miércoles, 27 de mayo de 2009

Orígenes y Arte

Picasso en Lascaux

En uno de sus ensayos, C.S. Lewis (29 de noviembre de 189822 de noviembre de 1963, célebre profesor de Oxford, y recordado por extraordinarias obras como la Las Leyendas de Narnia, Trilogía Cósmica, Cartas del Diablo a su Sobrino, y Mero Cristianismo), compuso una fábula con el fin de ilustrar una compleja cuestión.

Se trata de la historia de una desgraciada mujer que es encerrada en una mazmorra; allí da a luz un hijo que crece en aquel triste lugar, sin otro contacto exterior que con las paredes y el suelo de la celda, ya que la pequeña ventana abarrotada que dejaba entrar la luz se encuentra inaccesible a lo alto, y desde él no se se divisa paisaje alguno. Aquella mujer era artista, y se le permitió llevar consigo unos blocks de dibujo y unos lápices, así como sus naturales e imborrables recuerdos del mundo exterior. A medida que el niño crecía, la madre se afanaba en explicarle cómo era la realidad exterior –los campos, las ciudades, los ríos, las montañas, las olas sobre la playa- por medio de sus elaborados dibujos. El hijo, atento, procuraba hacerse una idea de cuánto le decía y dibujaba su madre. Pero un día, el niño le expuso algo que la hizo vacilar, y pensar que su hijo había podido ir creciendo con una concepción bastante errónea de todo lo que ella le explicaba. “ No creerás –le preguntó la madre entrecortadamente-, que el mundo real está formado por líneas dibujadas a lápiz?”, a lo que contestó su hijo con sorpresa, “¡Cómo!, ¿es que no hay trazos de lápiz?”, mientras que su entera noción del mundo exterior, hasta entonces débilmente imaginada, se tornaba en un inmenso vacío, ya que las líneas y trazos de lápiz, único medio que le permitían imaginarlo, habían sido suprimidas de él.*

La historia del joven cazador cavernícola quizá se parezca a la de este muchacho donde su interpretación de la realidad estaba sometida a la capacidad del pintor rupestre, de interpretar, a manera de reportero gráfico, las escenas de caza y defensa de animales primitivos. De no haber entrado en contacto con dichos animales, su identificación en el campo estaba ligada a aquellos trazos estilizados, simplistas algunos y más elaborados y expresionistas otros. De igual manera, nos ha quedado a nosotros tener que interpretar y aceptar una posición frente al dolor de la guerra civil española a partir de los trazos fragmentados, planos, pero a la vez tridimensionales y multiescénicos del Güernica. El genoma del pintor rupestre ha traspasado generaciones, de pintor en pintor interpretando, no representando simplemente una realidad visible. Es por eso quizá que puedo atreverme a decir que el genoma de Lascaux o de Altamira, quedó grabado irreductiblemente, o más bien explosiva e innovadoramente en Picasso, Matisse , Monet, Seurat, Modigliani, Giacometti, Tapies, Botero o Germán Londoño. De hecho mi atrevimiento es mayor en poder afirmar: Picasso estuvo en Lascaux...desde siempre!


Cuevas de Lascaux (fotos superiores) y Güernica de Picasso (inferior)



La historia que nos cuenta Lewis viene a coincidir en su desenlace con algunos relatos sobre la dificultad inicial que mostraban algunos aborígenes primitivos, apenas comenzando su interacción con culturas que les ofrecían los primeros albores de la tecnología, para entender las imágenes fotográficas, grabados y dibujos a los que quedaban expuestos sus ojos. Así como cada espectador maravillado en Lascaux estaba al borde del paroxismo contemplando las imágenes de caza, animadas con la incandescencia del descubierto fuego, sobre estas representaciones dramáticas y estilizadas, interpretativas de escenas violentas, el niño de la fábula creía, al ver los dibujos de su madre, que la realidad estaba formada por algo así como un conjunto de siluetas y borrosidades, similares a las líneas, trazos y manchas de lápiz. De igual manera los aborígenes australes, o de cualquier latitud, no conseguían relacionar lo que veían en el papel con la realidad que observaban. Y es que, acostumbrados a la lecturas de dibujos, llegamos a olvidarnos que estos no son más que simulacros de la realidad, y no necesariamente para imitar la realidad, ejecutados mediante hábiles recursos que nos permiten ver y entender lo que en ellos se representan, más aún con la interpretación personal de parte del artista, donde pueden intervenir el dolor, la esperanza, el registro histórico y socio político, la protesta, la mirada personal y la entrega de nuevas formas sobre la forma, en este último caso derivando por ejemplo en la abstracción. Es la interpretación de la realidad para una nueva realidad, lo que se viene desarrollando desde Lascaux hasta nuestros tiempos.


Es en esta confrontación entre la interpretación del artista, especialmente cuando se adentra en las riquezas de la abstracción, y la necesidad de apegarse a la realidad de muchos observadores, que surge frecuentemente de parte del observador, la inexorable pregunta: ¿Qué o quién es?, ¡¿A qué se parece?! Pero, el observador que se desprende de la realidad representada y se sumerge en la realidad recreada e interpretada del pintor, puede disfrutar nuevos planos y mundos; la compañía de el don iniciado e insertado por Dios en los hombres para acompañar sus ojos y su mente en mundos y lecturas personales. En esto habremos de incluir toda forma artística, incluída la fotografía, la cual ha dejado de ser para muchos una forma de representación fidedigna y pasado a ser, igualmente, un arte interpretativo; integrador de técnicas e historias.

Sin embargo, es necesario decir que es también el conocimiento de la realidad la que nos permite disfrutar mayormente la interpretación del artista, en la explotación de recursos pictóricos, experiencias personales y sueños de trascendencia, y aceptar el reto de esas nuevas propuestas.


LUIS SANIN


*Conferencia dictada por C.S. Lewis en la Universidad de Oxofrd en 1944, publicada con título de “Transposición” en They Asked for a Paper, Oxford, 1962.

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